martes, 28 de octubre de 2014

La figura de Leopoldo Torres Balbás representa, sin ninguna duda, uno de los más firmes pilares en el campo de la práctica restauradora de edificios de la España de la primera mitad del siglo XX. Es decir, un tiempo en el que los monumentos históricos, en el mejor de los casos, se reparaban para que fueran subsistiendo, porque apenas se concebía la restauración patrimonial como hoy la entendemos.

Es más, cuando de un monumento verdaderamente singular se trataba -valorado entonces por su interés artístico o su significación patriótica- se optaba por intervenciones de alto calado, que en el fondo pretendían mejorar el original y, en cierto modo, casi recrearlo desde la ensoñación y la evocación romántica.
Torres Balbás, educado en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, sintió desde muy joven una enorme atracción por el patrimonio histórico de su país, involucrándose de lleno en su estudio y conservación. Su vida es la de un estudioso del arte, de enorme erudición, que se hizo arquitecto -según el mismo reconoce en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia-.
                                         “Para consagrarme al estudio y conservación con la autoridad 
                                              técnica -oficial, a lo menos- que ese título podía darme”.





Bibliografía:
        -  http://www.iaph.es/export/sites/default/galerias/publicaciones/otras-publicaciones/documentos/balbasdf.pdf
        -  www.ipah.es
Redactado por: Jesús Romero Forrat

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